Mirando al Infinito II

Este joven la amaba más que a su propia vida, por ella bajaría al infierno, surcaría el espacio infinito que se tendía ante él, pero no le decía que la amaba, ella estaba carente del sentido que el le daba, amada para siempre, ignorante de que le pertenecía un corazón, el corazón de este joven, había encontrado a su amada, su verdadera y única amada, la que se repite en cada reencarnación, él la visitaba cada noche, y era muy feliz, y a cada mañana antes de que ella despertase, la besaba en los labios con amor y dulzura, y se marchaba.
Hasta que un día no pudo más, y se lo confesó, le confesó que la amaba, que daba la vida por ella, y que ella era la única dama de su corazón, que le entregaba todo el amor que ella había despertado en él, ella le dijo que ella también le amaba, que le entregaba su vida, que no hubo momento en el que tuviese la valentía de decírselo, y así ambos tuvieron el día más feliz de sus vidas. Llegaba el día en el que se verían por primera vez pero el día antes ella iba a salir a comer con una amiga, el sentía algo en el pecho, algo que le decía que ella no debía ir, pero todo salió mal, él no le dijo nada, ella no volvió esa noche, y al día siguiente no apareció a la cita. El alma de este joven se quebró en mil pedazos... ¿ y si le había ocurrido algo? ¿y si había tenido un accidente, por su culpa, por no decirle que fuese? Al fin, dos días después tuvo noticias de ella, tras pasarse las noches en vela, llorando, pensando lo peor ella apareció, pero desde ahí todo cambió, nada volvió a ser como antes, ella tenía miedo, un miedo que ni el amor que ambos sentía, pudo vencer.
Lo que sucedió después es que ella se fue, para siempre, y él no volvería a saber nada más de ella, y su corazón se congela de nuevo, tras guardar la llama de ese amor en una caja hermética, volvió el frío y oscuro hielo, que cubría su corazón antes de que ella llegase, esa muralla, volvió a izarse...